Hace poco más de un mes que pisé
Schiedam por primera vez. Un montón de currículums en la mano y en
la mochila un plátano, unas galletas y una botella de agua.
El obligatorio paseo previo para
tantear el terreno y tratar de imprimirme valor, ya me había dejado
medio entumecida. Hacía un frío horrible. Un frío que, por
momentos, quedó aparcado al cruzarme, por fin!!, con algo
típicamente holandés: un molino. ¡Qué mono, qué pequeño, voy a
echarle una foto!:
Por fin, abandonado el entusiasmo
turista y reunidas las fuerzas para entrar en el primer restaurante,
descubro que sonaba 'La Macarena', versión aún más guiri y
machacona, a toda mecha. En el restaurante no había vacantes,
pero el tono del dueño fue mucho más antipático cuando le dije que
venía de España. A la pregunta de si sabía dónde necesitaban a
alguien, me respondió que en Schiedam no había ningún sitio donde
hiciera falta gente.
De vuelta al frío de la calle me cagué
una y mil veces en cada centímetro de altura extra que sobre el
resto de los mortales tenía aquel p*** holandés que tan bruscamente
me había echado de su negocio. 'Como toda la gente en este maldito
pueblo sea tan rancia como este tipo.... ggggrrrrrr....¡no vuelvo!'.
Afortunadamente, desde que estoy en
Holanda no he vuelto a tratar directamente con una persona tan
desagradable. Aquel día en la mayoría de sitios no había trabajo,
pero la gente fue más simpática y receptiva. Y vaya que si volví,
volví al día siguiente para hablar de las condiciones de trabajo y,
al de más allá, empecé a trabajar.
En este mes he descubierto que Schiedam
ni es un pueblo ni es tan pequeño como pensaba, y además, que los
molinos que tan pequeños me habían parecido el primer día son, de
hecho, los más grandes del mundo.
Hoy no puedo estar más contenta, doy
un paso más en esta aventura en el extranjero: me traslado a
vivir a Schiedam. De nuevo, con la inestimable ayuda de Carmen y Lola :_)
Schiedam, ¡allá voy!!!!
1 comentario:
Por fin has encontrado habitación!! Enhorabuena!! Ya sólo te falta la bici.
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